martes, 14 de octubre de 2008

El hormigueo de la historia


(En la foto, dos periodistas en plena tarea: Albano y Gustavo).

El hormigueo de la historia

Las Jornadas de CyC en Gral. Roca, octubre de 2008.


Entre el 9 y el 11 de octubre estuve sintiendo el hormigueo de la historia, una historia de cambios, un tiempo de sucederes y hechos. Fue en la ciudad del infausto nombre, General Roca, pero en un tiempo y un lugar de orígenes y revisiones.

Las ciudades asumen un poco la cara de quienes nos esperan en ellas. Para mí General Roca tuvo la cara y el abrazo de Juan Raúl Rithner, que a las cinco de la mañana me estaba esperando en la terminal de ómnibus. Me pregunté si yo merecía tanto, porque JR no sólo es un destacado docente e investigador, sino también escritor, poeta, cineasta y dramaturgo, y ha mostrado garra en la gestión cultural.

Juan Raúl y un equipo de alumnos, docentes e investigadores de la Universidad del Comahue son quienes organizaron estas nada menos que cuartas Jornadas de Comunicación y Cultura.

Contar hasta cuatro, en el país de no me acuerdo, no es un logro menor. Ahora bien, no me extrañaría que este proyecto cuente hasta mucho más que cuatro, a pesar de las consabidas dificultades presupuestarias en el país de no quiero saber de eso. Porque hay algo que me dio alegría apenas verlo: la cantidad de gente joven que participa en las Jornadas; no sólo concurriendo a sus espacios, sino construyéndolos y gestionándolos. Los organizadores, los que andaban de uno a otro panelista invitado para atenderlos, los periodistas informados y sagaces, que nos ayudaban a destruir respuestas establecidas… y cuántos más, y todos jóvenes. Por otra parte, encontré un grupo de gente con algunos años más (escritoras y escritores, docentes, investigadores, de Roca y no sólo de Roca) contribuyendo a generar este tapiz de muchas miradas entrecruzadas, que dibujan objetos y comarcas nuevas para la acción histórica.

Creo que Juan Raúl y su equipo logran algo que en nuestro país no se halla con frecuencia: un proyecto que incorpora más y más partícipes. Cómo no celebrar esta estrategia de crecimiento, de incorporación, aquí donde pareciera que demasiado a menudo los ideales y las prácticas de cambio social y político quedan capturados en la tradición del despotismo ilustrado.

Esa misma visión invitadora e integradora la he percibido en la “cocina” de las Jornadas. En el esmerado trabajo de preparación de los talleres, donde Jorge, docente de la Universidad del Centro, buscaba la manera de que los coordinadores dieran ese salto hacia el “copensar” que caracteriza al verdadero trabajo en grupo. En la incorporación de miradas teóricas junto a experiencias prácticas, del análisis etnográfico y el relato de la empresa recuperada, del cine y el video desde “La Mirada del Sur”, y los textos de poesía colgando como frutos entre los fresnos del parque de la Universidad, de las radios populares y comunitarias con la crítica a los modelos de desarrollo…

El eje del encuentro había sido sagazmente elegido, como para permitir y alentar todos estos cruces. Se trataba, se trata, de definir o avizorar espacios públicos, territorios reales o simbólicos. De ver cómo están o han sido apropiados. De buscar la manera de reapropiarlos para un proyecto de libertad.

Pero si bien la elección de este gran tema - encrucijada, fue sin duda sagaz, no habría habido tantas presencias, creo, si no se viniera dando una historia de territorio compartido: este, este territorio en estado magmático que se da entre la sociedad y al menos una parte de la universidad, en este lugar.

En estos días recordé más de una vez aquello de Martin Buber “todo conocimiento nace del encuentro”. En estas Jornadas, se trata de un conocimiento fuertemente vinculado con la acción.

Seguramente es mucho lo que estoy olvidando, en el apuro de esta crónica. Al menos quisiera no pasar de largo presencias como la de los estudiantes que ofrecían sus materiales impresos, sus “postales” de fuerte contenido social; o la de las chicas de un taller comunitario que aromaban las Aulas Nuevas con un olorcito de tortas fritas…

Al menos, quiero recordar lo que para mí fue más importante. Aquí en Roca, en estas Jornadas, he sentido el hormigueo de la historia. La historia que vuelve a comenzar cada vez, si queremos. He sentido que hay plurales cada vez más plurales en construcción, desde muy distintos ámbitos, hacia un mismo proyecto: una sociedad y una historia humanas. He visto que pueden caer muchos bancos y bolsas, pero que esta empresa se levanta cada vez más. Y me ataca un optimismo de pata en el suelo, de cosas que están creciendo desde el pie. Me da un poco de risa pensar en los boludos que repetían eso del fin de la historia… Justamente cuando está empezando con más firmeza, porque empieza desde más abajo.

Espacios por recuperar, las empresas, las tierras, la universidad, los medios de comunicación, el agua, el aire, la palabra, el fuego… Recuperaciones que están en pleno decurso.

Tema para otro día, es pensar qué particulares desarrollos se conjugan para que esto pueda suceder en el Comahue, el divisadero. Es algo que apenas si se da en universidades y en intelectuales colonizados, que tenemos de sobra en el país. Me pregunto si la larga lucha universitaria, si el hecho de no haberse quedado con un residuo de cátedras procesistas, la viva presencia y demanda de las comunidades originarias, la tradición de una iglesia que no quiso ser oficial desde tiempos de Jaime de Nevares… ¿será algo, o todo esto, lo que ayuda a este hormigueo de la historia?

Un abrazo y un enorme agradecimiento por el don de vida que ha sido este encuentro. A María, quien eligió hacer trabajo social en una empresa recuperada; a los hospitalarios integrantes de la Cooperativa de Trabajo de J.J.Gómez (ex Fricader); a los jóvenes periodistas Albano y Gustavo; a Jorge, a las chicas de la organización; a Juan Raúl, y a todos los que no alcanzo a nombrar pero cuyos rostros y gestos no dejaré de tener presentes.

Un gran abrazo para todos.

Ramón Minieri.
13 de octubre de 2008.

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